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para ser:
PÁRALA LENTITUD
y mientras:
LO QUE AMÉRICA PUEDE
cobra forma de novela.
HOMBRE: “Boy
sit
the fuck
down”
REVISORES: Los revisores le dicen al hombre que se vaya ya a su sitio del demonio, quien manda aquí. Hay que echar a este Kid del tren porque está alcoholizado y drogado y es menor y está solo. El hombre se va a su vagón, la mujer dice: aquel hombre como hippy que se subió en Palm Springs... empiezan a llegar más pasajeros y dicen: oh mira qué bochornoso está BORRACHO! El chico tiene los ojos en blanco. Una revisora piensa que el chico es un marine porque tiene pelo de marine, o su padre es un marine, y hasta los marines tienen casa, dice, y entonces el chico se hace pis.
BOY:
El sonido del pis es como agua del grifo en el desierto. Los pasajeros dicen uf, se miran unos a otros y se ríen con chasquidos nt nt nt. Hordas de moscas chasqueando las patas. Boy mira al frente a su trozo de ventana y no se da cuenta y nunca sabrá que se le está escurriendo el pis por el pantalón, saliendo desde dentro de su vejiga, haciendo un charco fuera en el vagón-lounge. Por eso hay que echarlo del tren. Los viajeros dicen: oh desde luego. Los revisores limpian el pis empujando toallas con el pie y discuten si se puede parar un tren en medio del desierto, y anécdotas de borracheras y de marines y de Palm Springs. El revisor más joven tiene agarrado a Boy por el cuello de la camiseta para que no se tambalée, la revisora blanca dice: watch out, hey, wooo! This boy’s about to pass out! Boy entonces se desmaya, se desmonta y se cae al suelo en varios trozos. Los revisores se ríen y también los pasajeros:
TODOS: “hey boy, no es hora de echarse una siesta!” (HA-HA-HA)
Una señora hace una foto. Luego un hombre hace una foto también, desde el mismo sitio más o menos. Boy lleva inconsciente cinco minutos y tiene espuma gris saliendo de la boca. Nadie lo quiere tocar en parte porque está lleno de pis y en parte también porque la policía sabrá mejor qué hacer. El tren se para. La policía llega a través del desierto y aparca sus tres coches desordenados por la costumbre de las persecuciones. Suben al tren dos oficiales y la gente aplaude mucho y hacen más fotos. Mis muertos se bajan el ala de sus sombreros y miran por la ventana. Los muertos huelen a los muertos, están tensos y yo ya no confío tanto en la ceguera de la ley. Un policía bromea con una señora que está “tan contenta de tenerlos aquí”.
SEÑORA: “¡estoy tan contenta de tenerlos aquí!”
Otra señora con su cámara se acerca más, una señora con el cuello escurriéndose en varias papadas y el pelo rojo, también otro hombre musculoso, y otro hombre con el pelo rubio colgando de los lados de la cabeza, se acercan y toman fotografías y se ríen con mucha excitación. El lado izquierdo del vagón es una fiesta. Boy sigue tumbado en la misma posición con el trozo de espuma de la boca al suelo. Habrá que hacer algo, pero antes hay que esperar a que llegue el FIRE department.
TODOS: “C’mon baby light my FIRE” (HA-HA-HA).
Aplausos. Una anciana le comenta a otra anciana: oh pobre boy, estaría muy avergonzado si supiera qué alboroto está causando. Pero Boy no sabe nada porque está muerto. Quizás alguien va a vomitar más tarde o quizás van a irse muriendo todos los que aún no están muertos en este tren, todos los que tienen una fotografía del chico en coma en sus teléfonos, y quizás van a sufrir y a sufrir en el infierno hasta redimirse. Los dedos del pie del boy son azules. Mis muertos están tranquilos y nadie los ve. Los bomberos llegan y atan al boy a una camilla y se manchan los zapatos con el pis que se ha escurrido fuera de las toallas. Rompen una ventana del tren, sacan al chico por el hueco. Los oficiales se van, los pasajeros dicen:
PASAJEROS: “¡gracias señores agentes!”
Hemos jugado a que se puede empezar otra vez y otra vez y otra vez, hemos dejado de llamar a casa, hemos dejado de mirar más allá del Pacífico y de Asia y más allá de los Urales y por encima del sur, y además hemos quitado las fotos de los icebergs y hemos quemado en la barbacoa del patio muchas cosas, y hemos crucificado nombres de amigos y nombres y contactos que por si acaso había que conservar por si volvíamos: si volvemos, decimos. Ya no decimos cuando volvamos, decimos "si volvemos", para amenazar, para que se caguen de miedo. Decimos "si volvemos", Louise y yo, como si fuera un juego, somos los amos del oeste. Decimos "si volvemos" y empieza a asomar el pico una posibilidad, nos hemos drogado tanto que ni nuestras madres nos reconocerían por dentro, quiero decir, no reconocerían las tripas, ni el estómago, ni las venas que van de la nariz al cerebro, ni las arrugas del fondo del paladar.
Nuestras madres, esas hijas de puta, nuestras madres patrias, cariño, hemos conseguido destruir la familia, la familia, la familia, me está diciendo Louise que por primera vez me da love, fucking sex y me da también parte de su tristeza bíblica. Los muertos son los únicos que saben que no hay que volver, porque no se vuelve, porque no se puede volver, y miran la tele nueva mientras Louise me chupa los dedos, y llegan los amigos que habíamos previsto y después de cachearlos en la puerta les dejamos entrar. Todos nos felicitamos, porque el trabajo fue bueno.
Nuestros amigos mercenarios que no se asustan de nada, nuestros amigos franceses y latinos que no saben hablar español y negros y chinos de Hong Kong que es China, pero no tanto. Mi piel es blanca y es combustible. M prepara samosa en la cocina, Louise prepara rayas largas de cocaína en el baño. Qué pequeño es el apartamento, qué poco hace falta para no volver, la mayor preocupación, dice Louise, se frota la encía, sería el frío, pero nunca ha hecho frío en Southern California.
Estamos guapísimos y somos muy jóvenes, y además felices, muy jóvenes y muy felices muy llenos de América y a punto de explotar y hablamos poco pero constantemente. Las voces se desplazan se hacen nubes. Hoy nada de armas, acordamos, con el paso de las horas sube la euforia, euforia en forma de apartamento pequeño. Con el paso de las horas Louise y los trotecitos al baño los litros de champán francés el acento pseudo-mexicano, con el paso de las horas, más horas. Mucho, mucho después de la media noche alguien grita “nos quedaremos!” Nos quedaremos! congelados! en el aire! para toda la vida!