20100515

01. La semana pasada

La semana pasada nos llegó la carta de la Oficina para decirnos que ya no enviarían más cheques, no cumplimos con nuestra misión, no hay trato. Los muertos debían estar enterrados, no escapándose a Las Vegas, no encontrados y recuperados y vueltos a traer a casa. A partir de ahora los muertos son nuestros, se acabó el dinero y las ventajas con la policía.

Louise roba libros en la biblioteca y los vende por internet. También vende su ropa a una tienda Vintage, y cosas sueltas que encuentra por casa, la casa se va vaciando. Deberíamos buscar un trabajo, digo, y Louise dice, deberíamos buscar un trabajo. Louise puede concentrar todo el odio del universo en una sola pupila, the queen of the mean shit Lou, a veces no nos hablamos y los muertos se ríen de nosotros como niños pequeños. Dinero. Es cansado tener que robar siempre cereales en el supermercado, ir a cenar a casa de amigos ricos, viajar a la ciudad en el autobús de Montclair por dos dólares y medio. Entonces encontramos en el periódico el anuncio de los cowboys. $400, dos semanas en el desierto, enough. Llamamos al Chico, le parece bien, también Jadin y Alexander, M. llegará desde el norte, nos vemos allí. Durante cinco días nos dedicamos a sacar comida a escondidas de los contenedores, ropa vieja para hacer sombra, dinero para el gas, marihuana más barata, un termo. Los muertos llevan cada uno su mochila y un pañuelo para el polvo, yo sé que están contentos porque el desierto lo sienten como el hogar los que no se van del todo. El sábado a las cuatro de la mañana encajamos todo en el maletero y salimos hacia Indio a 90 millas por hora en el coche de Jadin.

Los pioneros que llegaron a California entrando por el este no debieron ver nada, no debieron ni siquiera imaginarse el mar, y por eso pensaron que todo era posible, ¿quieres un trozo de tierra? JA JA JA Jadin conduce como una loca y llegamos al descampado en una hora y media. Nos explican que el trabajo es muy sencillo, escanear las entradas de todos los invitados, un millón de cowboys, un millón de sombreros de cowboy flotando sobre gente que tiene mucho calor. A las dos de la tarde es cuando más sudan, y se acercan a las taquillas todos formando una sola masa humana, húmeda y caliente y húmeda de algo peguntoso y caliente de cerveza, sudan cerveza las viejas esposas de los vaqueros, los hijos adolescentes de los vaqueros, y se ríen las chicas mientras te dicen, oh, man, cuando terminas tu turno. Me lo paso bien y miro al Chico que trabaja en la fila contigua y nos guiñamos un ojo.

Trabajamos doce horas al día, las otras doce son para nosotros, no nos hace falta dormir y tampoco comemos mucho. Hemos acampado en una parcela de polvo y al poco tiempo la piel, la ropa, el coche y todo lo demás tiene un tono de niebla encima. El chico duerme en el coche, yo en un trozo de la tienda, en el otro trozo están las neveritas y las mochilas y M., y los demás duermen fuera bocabajo dentro de sus sacos, los muertos en su cajita isotérmica, y durante el día hacen sus cosas sin coincidir demasiado con nosotros. Jadin y Alexandre, quien sabe qué piensan. Se ponen a hablar en su idioma dando voces muchas veces y luego se parten a carcajadas. M. tiene momentos silenciosos pero la mayor parte del tiempo está drogada así que nunca sé bien si me ha perdonado. Louise duerme cada noche en un sitio distinto que nunca nos cuenta, en caravanas remodeladas de los 70 o en tiendas que se montan en 15 segundos o en remolques, rodeada de amantes con los que en realidad no folla. Cuando no tenemos nada más de que hablar el Chico y yo la criticamos. No debería portarse así, no no, debería estar con nosotros y dejar de pensar en su espacio y sus cosas. Pero la queremos mucho, siempre le dejamos los mejores bocadillos.

La comida es frágil, al tercer día empieza a podrirse, el sol de Coachella se mete por donde puede y el pan y los tomates son lo más vulnerable. Tres días de sudor cerveza y éxtasis, es una densidad como de estar sacando raíces desde debajo de las uñas hasta la tierra, por eso cuesta tanto caminar, probamos a desayunar cocaína algunos días. El Chico se hace su primera raya un domingo a las 2 de la tarde, dentro de la tienda de campaña que en realidad es un horno y un hogar, y nos abraza con su sudor mostaza como muestra de agradecimiento. Es nuestro día libre, somos una gran familia de vaciones en el desierto. M. está bonita, está voluptuosa en sus vestidos blancos y no lo sabe. Por la noche la temperatura es perfecta, nos disolvemos dentro del aire, jamás hemos sentido nada así, salimos a pasear. Sale música de todas partes, el campamento se convierte en una oscuridad llena de gente. Todos nos queremos porque sabemos que no durará, y si durara nos seguiríamos queriendo. M. me dice, si te hubiera conocido antes, si vivieras más cerca, si tuvieras más dinero. La cojo muy fuerte de la cintura para recordar más tarde todas las cosas que no sucederán. No hay estrellas, sólo cúmulos de gente borracha y cúmulos de gente sentada en el suelo mirando como cambian las luces del rojo al azul y de azul a blanco amarillo y verde. Estamos aquí y estamos tan felices, y estamos tan felices, a veces hay que sedarse para que subir no duela.