20100130

Amo este

- Amo este país
- Pero cuanto
- Cómo cuanto?
- qué tanto lo amas, en que medida?
- como si yo fuera un hijo nacido de los restos

Pico Boulevard, LA

20100129

Los pelícanos de la playa

Los pelícanos de la playa son tan gordos que no pueden mirarte de frente. Les frena el pico. Luego despegan como animales prehistóricos. He dejado a Louise en casa. Desde que enterramos a los muertos hay largos silencios, y tardes con mucho espacio. Hay una maceta nueva en la ventana de la cocina, la lluvia mató a todas las demás plantas y estuvimos apenados por eso una semana entera. Las gaviotas están congregadas en un punto muy concreto y miran la espuma. La espuma es química. Se solidifica al llegar a la orilla y luego sigue su curso caminando deslizándose por la arena. Montones blancos de espuma petrificada, te lo juro, Lou, le digo por teléfono, what is your guess, do you think it's toxic? La luz le da a la espuma de costado y parece un asunto de otra época, y también que recordaré este momento para siempre hasta que muera. Luego la fiesta. Las fiestas en la arena de Venice son siempre de gente que está sola en su éxtasis pero junta bailando, y se pone el sol. Se pone el sol todos los días, todos los días del año. Hoy he venido con el chico, he dejado a Louise en casa. Desde que enterramos a los muertos la música encaja, vamos a los bares y pedimos bloodymarys. Estamos pensando en mudarnos al village, con la gente bien. Cambiarnos el apellido, llevar una vida tranquila. El chico me mira desde lo alto de la jarra de cerveza, y despega otro pelícano, casi de las manos de una señora que intenta dar de comer a las gaviotas, y alguien cae en coma al suelo. Siempre que vemos a alguien morir, y a los firemen no taparle la cabeza para fingir que está bien, nos ponemos a comer palomitas. Desde que enterramos a los muertos. Comemos palomitas entre la gente, de frente a la camilla. Antes teníamos más pudor, y menos conciencia. Yo nunca había visto un pelícano, antes.

20100123

El tercer lunes de enero

El tercer lunes de enero, después de que enterráramos a los muertos por primera vez y pensáramos que para siempre, empezó a llover y ya no paró. Llovió suave en dirección suroeste, luego más fuerte, luego sólo hacia el sur, verticalmente sólo, y cada vez más fuerte, hasta que parecía que estaba a punto de parar, pero seguía. En ese tiempo, Louise aprendió a tocar el piano, practicó su francés, cosió su ropa interior, hizo fotografías del salón y del lavadero, leyó el periódico, cocinó bizcochos, arregló la cañería de la ducha, regó las plantas de interior, hizo ejercicio, abdominales y flexiones en la moqueta del pasillo, revisó las cartas del banco. Yo abrí la puerta 50 grados y me senté y me puse a fumar y a mirar.

Desde la puerta vi: la bicicleta de Louise con un paraguas para salvar el sillín, que la mesa del patio estaba torcida, un pájaro entrando en un matorral, la planta muerta en el escalón, por la calle pasó una chica con tacones, el reflejo de dos árboles, el musgo de la entrada, se encendió el farol del edificio de enfrente, alguien paseando sin paraguas por el campo de fútbol, un chico con muletas, dos chicos con capuchas, el ruido de una ambulancia o de la policía, mi bicicleta apuntando hacia la bicicleta de Louise, mi bicicleta en ángulo recto con la mesa torcida, puse un disco de jazz que habíamos oído muchas veces con la canción a foggy day, esperé a que pasara algo, no me pareció que hiciera falta que pasara nada.

Al cabo de varios días Louise y yo nos encontramos en el pasillo y nos quedamos mirándonos durante cuarenta y siete minutos.

20100121

* (siete meses antes)

El Hombre me abre la puerta él mismo, es una oficina muy corriente. No me invita a que me siente y él tampoco se sienta, así que parece que el asunto será breve pero en realidad habla durante casi una hora, yo le pregunto: en qué consiste. Él me dice: son muertos que hay que enterrar, yo le pregunto: donde, y él me contesta: donde los muertos quieran. Son muertos bonitos, lustrosos, limpios, agradables al trato. Pesan un poco, como todos los muertos, ocupan un poco y condicionan, pero no dan mucho quehacer, no opinan, no te intentan convencer, un cigarro, no gracias. No fumo cuando tengo que prestar atención, Ilaria decía: cuando no sepas qué hacer, fúmate un cigarro. El Hombre mira sus estanterías, está rodeado de estanterías como un CARACOL.


Me dice: tienes que cruzar la frontera y llegar a Losestadosunidosdenorteamérica. Estos muertos son de allí y allí tienen que acabar. Son de ese tipo de muertos que nadie quiere, se los han ido pasando de uno a otro y han acabado aquí, añade otras cosas que podría hacer al otro lado de la frontera para aumentar un poco mi salario El Hombre para de hablar para respirar y mirarme. Dice: “una bonita suma”. Dice: lo malo del trabajo es que no se sabe cuando terminará ni como. Donde los muertos quieran y cuando los muertos quieran, pero a veces es difícil de averiguar porque los muertos en realidad no quieren. Ellos dicen que sí quieren pero en realidad no. Enterrarse es el fin. Estos son de esa clase de muertos que piensan que no hay nada después. J. me decía que ya era hora de que empezara a vivir del todo, pero por otra parte solía decir muy a menudo “no hay prisa”. Esta mañana he pasado por delante de su casa y había un grupo de personas rubias esperando el autobús. Todos eran rubios por casualidad. Concéntrate me digo, y El Hombre sigue hablando desde las alturas de sus estanterías: tienes que: meter a tus tres muertos en la maleta, cruzar sin que te abran la maleta, no hablar de lo que llevas en la maleta, principalmente no hablar, escuchar mucho más que hablar, y una vez allí quedarte, hang around, ver qué pasa. Me dice: nos veremos pronto, y: contigo hasta la puerta del avión pero a partir de ahí estás solo, y: por aquí, adelante, y abre una puerta de las que dan al pasillo, y entramos en la morgue y allí me presenta a los tres muertos.

Me dice bienvenido

Me dice: "bienvenido", después paso un día con la maleta a cuestas tratando de devolver la bicicleta robada, con su basket y el claxon en forma de luchador de sumo. Me encuentro con el chico de negro otra vez y el chico de negro me mira con reprobación, a mi y a mi maleta, luego me lleva en coche hasta Los Angeles. Hacemos cinco horas en silencio y pasan bastante deprisa para ser tantas horas. Me suelta en San Fernando y me doy cuenta al darle la mano de que ahora parece más mayor de lo que me pareció al principio. En San Fernando dos mejicanos grandes se acercan y se alejan de mi y se vuelven a acercar, y luego llega el autobús. Al final del camino está Louise. Y Louise me pregunta:

- cómo fue tu viaje.

También me pregunta ¿qué has visto, qué has hecho, qué has comido, me has echado de menos? Yo le digo que no lo sé, yo tengo tantas partes de América, tantas tantas horas de américa, y amantes y mirar a los amantes, mirarlos recoger colillas de cigarro, todos los pueblos, de Washington a California / es duro no morirse a cada momento y hace mucho que no duermo, le digo: no lo sé, es demasiado largo / no lo sé, hace mucho de todo esto. Hace más de media hora. Los muertos tienen mucha curiosidad por saber qué he visto, ninguno de los dos estuvo nunca en el norte, y sólo sé decirles que el norte es como el sur, y como el este y como todas partes, salvo el oeste. ¿No es como el oeste? No, no tiene nada que ver. Comemos algo, luego descansamos y ponemos música porque somos una pequeña familia secreta. Al día siguiente vamos a la playa Louise y yo, nos reímos tanto en el autobús que al final todos los pasajeros están aguantándose las ganas de sonreír, toda la calle aguantándose las ganas, toda la playa, el mundo entero a punto de ponerse a soltar carcajadas de gigante. Vamos a una fiesta en la arena de Venice, cuando ya es totalmente de noche, y bailamos sin decir palabra, millones de tambores, yo cojo una maraca y Louise baila baila baila en el centro del círculo. Luego viene la policía pero los que están acostumbrados a bailar (en la arena) también corren más de prisa, no saben por qué corren pero tienen que correr.

Uno le dice a Louise: qué ojos tan hermosos. Hacemos amigos y encontramos un nuevo dealer, más caro pero más seguro que el que teníamos en el barrio. Nos dice, esperadme ahí, en frente de la liquor store, luego viene en una bicicleta y tira al suelo el paquetito con el hemp envuelto en su número de teléfono. Pensaba que érais policías, ¿por qué? porque ella lleva una cámara. Me gusta estar aquí, le digo a Louise. Todavía es enero, ¿todavía? Y no nos lo podemos creer, y nos seguimos riendo todo el camino hasta realmente cansarnos.

Luego decidimos volver al viejo Sunset Strip, para celebrar la noche, pero cuando estamos a punto de salir nos llama el chico que se quedó sin sitio para dormir. Somos una familia que se expande, recogemos al chico, y seguimos bailando en la calle, en la casa, en el cementerio de los veteranos, hasta que se hace de día y se hace de noche varias veces.

20100113

Eres joven, Andy, destruye tu cuerpo

Nos encontramos en la plaza de los pioneros. Hola, eres tú, está lloviendo a medias. Esamable me presta su casa, suave sofá suave papel higiénico suave, nos sentamos en el suelo a ojear libros que hablan del tiempo y merendamos pasteles en las mejores backeries de toda la ciudad y también bebemos cócteles. Dormir cómodo: Esamable podría ser por ejemplo mi hermano pequeño, pero cuando se conoce el lado sucio la comodidad es triste. Me pongo triste. Ya no quiero estar en ningún sitio así que cojo un tren. Lo más lejos posible, sir, yes, sir, $181.00, adiós adiós y el tren contiene: el océano rodeado de montañas, y la niebla en los puertos y un puente verde, comida, dos buddies de Australia y de la frontera con Alaska, cultiva semillas ecológicas, el revisor dice watch out, podría bajar en Portland. Bajo y subo. Una mujer con cuatro hijos un hijo que juega al ajedrez empezó a jugar cuando tenía tres años no necesariamente tienes que ser muy listo para jugar al ajedrez sólo tienes que pensar con estrategia, campos y campos y un río, oh, yo soy de Nueva York, Nueva York? está bien para cuando eres joven, oh, Seattle? está demasiado limpio, limpio?, no lo creo, un cielo aplastante pero parece que el techo del tren aguantará, las mejores casas, las casas que dan a la vía del tren, las de las vallas rotas, las caravanas, y las piscinas elásticas, chatarra, columpios de plástico amarillo, enfermedad y mujeres y hombres al otro lado de las paredes, que han acumulado madera para construir cobertizos y barcas para sus hijos, y han acumulado cajas de plástico de los centros comerciales pero aún no saben para qué.

La chica de la capucha es lo más hermoso que he visto en semanas y se lo quiero decir, se lo quiero decir sinceramente eres bonita es joven y es inmortal, dice no le tengo miedo a nada. Todos nos reunimos en el vagón-lounge y hablamos sobre: las muertes de las abuelas, Vietnam, la religión el miedo viajar, la última novia del hijo del marine, sobre como el LSD hace que los dientes te sepan a dientes, sobre acupuntura, hacer autoestop, querer ser más musculoso, la sacarina, el viajero tres asientos más allá, darse cuenta de que te estás haciendo viejo o por ejemplo de que no te queda dinero en la cuenta, sobre la educación en los Estadosunidosdenorteamérica, otra vez sobre Vietnam, y sobre tener hijos y sobre pincharse heroína, a chica de la capucha me hace prometerle que nunca me pincharé heroína, y luego robamos una botella de agua.

Los viajeros se van cayendo al suelo, estamos sólo ella y yo en pie. Recorremos los pasillos en silencio hasta quedarnos mudos de verdad. Podrían ser todos cadáveres, pero son viajeros, y el tren podría seguir y seguir y así no habría que pensar, sólo desconocidos y hablar hasta exprimirse. La chica de la capucha, whatever makes you happy, es para siempre diós adiós hasta nunca, mis mejores amigos, hasta nunca. Así tiene que ser. San Francisco otra vez, más caras a la espalda, montones de palabras a la espalda.

20100108

If you meet a lion

If you meet a lion do NOT run, do NOT crouch or bend over, stand up and face the lion, appear large; wave your arms or jacket, slowly back away. De las muertes sólo hay dos que me asustan. Morir torturado y morir por el ataque de un animal salvaje. If a lion attacks do NOT turn your back or take your eyes off it, shout loudly, fight back aggressively, no ser capaz de luchar agresivamente me asusta, no parecer lo suficiéntemente grande. Que los osos ataquen sólo cuando tienen hambre, que me corten los testículos en Mexico y me los metan en la garganta. Todo lo demás, nada. Morir en un accidente, un ataque al corazón, un huracán, que se caiga el avión, que me peguen un tiro al bajar del tren, que me digan: "te quedan tres meses" y "esto no dolerá".

Louise me dice tus miedos son estúpidos y me dice también: no sabes nada de la muerte, estás rodeado de muertos pero no sabes nada, me dice. Limpia sin parar la encimera, con un trapo, una y otra vez, sin mover mi billete de avión, que está en medio. Deja un cerco cuadrado de polvo debajo de mi billete. La música hace rato que no suena, sólo un vss vss intermitente desde la antena de la radio, y coches tap tap sobre la trampilla metálica, el perro del piso de arriba, Louise que sigue limpiando con su trapo, el ruido del trapo, y más coches lejos, en la freeway. Stop it dude it's akward, no you stop it, but I need to go do whatever you want yes go, los muertos nos miran como niños pequeños.

Por la noche se agranda

Por la noche se agranda Seattle, como todas las ciudades del país. Esta no es mi casa. Los edificios se juntan con los edificios y los mendigos se juntan con los mendigos, los visitantes se dispersan para entrar en los bares, los habitantes nadie sabe donde están. Le digo, vengo de vacaciones, me daba curiosidad el norte, y no me cree. No me cree el policía y tampoco el homeless, el primero tiene una boca perfecta como un santuario de dientes, el segundo me pide un cigarro, can you give me one of those. En el McCoy's Firehouse sirven la mejor hamburguesa de los Estados Unidos. Nadie te lo asegura pero es muy probable que sea la mejor, los mendigos del SODO están bien organizados, Louise y los muertos decían adiós adiós desde el angar. Louise decía ten un buen viaje y no decía I’m very disapointed. Una semana, le prometí. Esta no es mi casa. Son mis preciosos neones y los sillones simétricos de cueroplastico, pero no se rompen los cristales, no pasa nada.

20100102

60

60 entradas a la casa del señor. Hemos dicho en fantasía que nos quedaríamos. Hemos dicho: nos quedaríamos si. Todavía no hemos dicho: nos quedaremos, pero estamos en ello, cariño, nunca ha hecho frío en Southern California, me pasa una mano por debajo del ombligo y se distrae.

Hemos jugado a que se puede empezar otra vez y otra vez y otra vez, hemos dejado de llamar a casa, hemos dejado de mirar más allá del Pacífico y de Asia y más allá de los Urales y por encima del sur, y además hemos quitado las fotos de los icebergs y hemos quemado en la barbacoa del patio muchas cosas, y hemos crucificado nombres de amigos y nombres y contactos que por si acaso había que conservar por si volvíamos: si volvemos, decimos. Ya no decimos cuando volvamos, decimos "si volvemos", para amenazar, para que se caguen de miedo. Decimos "si volvemos", Louise y yo, como si fuera un juego, somos los amos del oeste. Decimos "si volvemos" y empieza a asomar el pico una posibilidad, nos hemos drogado tanto que ni nuestras madres nos reconocerían por dentro, quiero decir, no reconocerían las tripas, ni el estómago, ni las venas que van de la nariz al cerebro, ni las arrugas del fondo del paladar.

Nuestras madres, esas hijas de puta, nuestras madres patrias, cariño, hemos conseguido destruir la familia, la familia, la familia, me está diciendo Louise que por primera vez me da love, fucking sex y me da también parte de su tristeza bíblica. Los muertos son los únicos que saben que no hay que volver, porque no se vuelve, porque no se puede volver, y miran la tele nueva mientras Louise me chupa los dedos, y llegan los amigos que habíamos previsto y después de cachearlos en la puerta les dejamos entrar. Todos nos felicitamos, porque el trabajo fue bueno.

Nuestros amigos mercenarios que no se asustan de nada, nuestros amigos franceses y latinos que no saben hablar español y negros y chinos de Hong Kong que es China, pero no tanto. Mi piel es blanca y es combustible. M prepara samosa en la cocina, Louise prepara rayas largas de cocaína en el baño. Qué pequeño es el apartamento, qué poco hace falta para no volver, la mayor preocupación, dice Louise, se frota la encía, sería el frío, pero nunca ha hecho frío en Southern California.

Estamos guapísimos y somos muy jóvenes, y además felices, muy jóvenes y muy felices muy llenos de América y a punto de explotar y hablamos poco pero constantemente. Las voces se desplazan se hacen nubes. Hoy nada de armas, acordamos, con el paso de las horas sube la euforia, euforia en forma de apartamento pequeño. Con el paso de las horas Louise y los trotecitos al baño los litros de champán francés el acento pseudo-mexicano, con el paso de las horas, más horas. Mucho, mucho después de la media noche alguien grita “nos quedaremos!” Nos quedaremos! congelados! en el aire! para toda la vida!