20100130
Amo este
- Pero cuanto
- Cómo cuanto?
- qué tanto lo amas, en que medida?
- como si yo fuera un hijo nacido de los restos
20100129
Los pelícanos de la playa
20100123
El tercer lunes de enero
Desde la puerta vi: la bicicleta de Louise con un paraguas para salvar el sillín, que la mesa del patio estaba torcida, un pájaro entrando en un matorral, la planta muerta en el escalón, por la calle pasó una chica con tacones, el reflejo de dos árboles, el musgo de la entrada, se encendió el farol del edificio de enfrente, alguien paseando sin paraguas por el campo de fútbol, un chico con muletas, dos chicos con capuchas, el ruido de una ambulancia o de la policía, mi bicicleta apuntando hacia la bicicleta de Louise, mi bicicleta en ángulo recto con la mesa torcida, puse un disco de jazz que habíamos oído muchas veces con la canción a foggy day, esperé a que pasara algo, no me pareció que hiciera falta que pasara nada.
Al cabo de varios días Louise y yo nos encontramos en el pasillo y nos quedamos mirándonos durante cuarenta y siete minutos.
20100121
* (siete meses antes)
El Hombre me abre la puerta él mismo, es una oficina muy corriente. No me invita a que me siente y él tampoco se sienta, así que parece que el asunto será breve pero en realidad habla durante casi una hora, yo le pregunto: en qué consiste. Él me dice: son muertos que hay que enterrar, yo le pregunto: donde, y él me contesta: donde los muertos quieran. Son muertos bonitos, lustrosos, limpios, agradables al trato. Pesan un poco, como todos los muertos, ocupan un poco y condicionan, pero no dan mucho quehacer, no opinan, no te intentan convencer, un cigarro, no gracias. No fumo cuando tengo que prestar atención, Ilaria decía: cuando no sepas qué hacer, fúmate un cigarro. El Hombre mira sus estanterías, está rodeado de estanterías como un CARACOL.
Me dice: tienes que cruzar la frontera y llegar a Losestadosunidosdenorteamérica. Estos muertos son de allí y allí tienen que acabar. Son de ese tipo de muertos que nadie quiere, se los han ido pasando de uno a otro y han acabado aquí, añade otras cosas que podría hacer al otro lado de la frontera para aumentar un poco mi salario El Hombre para de hablar para respirar y mirarme. Dice: “una bonita suma”. Dice: lo malo del trabajo es que no se sabe cuando terminará ni como. Donde los muertos quieran y cuando los muertos quieran, pero a veces es difícil de averiguar porque los muertos en realidad no quieren. Ellos dicen que sí quieren pero en realidad no. Enterrarse es el fin. Estos son de esa clase de muertos que piensan que no hay nada después. J. me decía que ya era hora de que empezara a vivir del todo, pero por otra parte solía decir muy a menudo “no hay prisa”. Esta mañana he pasado por delante de su casa y había un grupo de personas rubias esperando el autobús. Todos eran rubios por casualidad. Concéntrate me digo, y El Hombre sigue hablando desde las alturas de sus estanterías: tienes que: meter a tus tres muertos en la maleta, cruzar sin que te abran la maleta, no hablar de lo que llevas en la maleta, principalmente no hablar, escuchar mucho más que hablar, y una vez allí quedarte, hang around, ver qué pasa. Me dice: nos veremos pronto, y: contigo hasta la puerta del avión pero a partir de ahí estás solo, y: por aquí, adelante, y abre una puerta de las que dan al pasillo, y entramos en la morgue y allí me presenta a los tres muertos.
Me dice bienvenido
- cómo fue tu viaje.
También me pregunta ¿qué has visto, qué has hecho, qué has comido, me has echado de menos? Yo le digo que no lo sé, yo tengo tantas partes de América, tantas tantas horas de américa, y amantes y mirar a los amantes, mirarlos recoger colillas de cigarro, todos los pueblos, de Washington a California / es duro no morirse a cada momento y hace mucho que no duermo, le digo: no lo sé, es demasiado largo / no lo sé, hace mucho de todo esto. Hace más de media hora. Los muertos tienen mucha curiosidad por saber qué he visto, ninguno de los dos estuvo nunca en el norte, y sólo sé decirles que el norte es como el sur, y como el este y como todas partes, salvo el oeste. ¿No es como el oeste? No, no tiene nada que ver. Comemos algo, luego descansamos y ponemos música porque somos una pequeña familia secreta. Al día siguiente vamos a la playa Louise y yo, nos reímos tanto en el autobús que al final todos los pasajeros están aguantándose las ganas de sonreír, toda la calle aguantándose las ganas, toda la playa, el mundo entero a punto de ponerse a soltar carcajadas de gigante. Vamos a una fiesta en la arena de Venice, cuando ya es totalmente de noche, y bailamos sin decir palabra, millones de tambores, yo cojo una maraca y Louise baila baila baila en el centro del círculo. Luego viene la policía pero los que están acostumbrados a bailar (en la arena) también corren más de prisa, no saben por qué corren pero tienen que correr.
Uno le dice a Louise: qué ojos tan hermosos. Hacemos amigos y encontramos un nuevo dealer, más caro pero más seguro que el que teníamos en el barrio. Nos dice, esperadme ahí, en frente de la liquor store, luego viene en una bicicleta y tira al suelo el paquetito con el hemp envuelto en su número de teléfono. Pensaba que érais policías, ¿por qué? porque ella lleva una cámara. Me gusta estar aquí, le digo a Louise. Todavía es enero, ¿todavía? Y no nos lo podemos creer, y nos seguimos riendo todo el camino hasta realmente cansarnos.
Luego decidimos volver al viejo Sunset Strip, para celebrar la noche, pero cuando estamos a punto de salir nos llama el chico que se quedó sin sitio para dormir. Somos una familia que se expande, recogemos al chico, y seguimos bailando en la calle, en la casa, en el cementerio de los veteranos, hasta que se hace de día y se hace de noche varias veces.
20100113
Eres joven, Andy, destruye tu cuerpo
La chica de la capucha es lo más hermoso que he visto en semanas y se lo quiero decir, se lo quiero decir sinceramente eres bonita es joven y es inmortal, dice no le tengo miedo a nada. Todos nos reunimos en el vagón-lounge y hablamos sobre: las muertes de las abuelas, Vietnam, la religión el miedo viajar, la última novia del hijo del marine, sobre como el LSD hace que los dientes te sepan a dientes, sobre acupuntura, hacer autoestop, querer ser más musculoso, la sacarina, el viajero tres asientos más allá, darse cuenta de que te estás haciendo viejo o por ejemplo de que no te queda dinero en la cuenta, sobre la educación en los Estadosunidosdenorteamérica, otra vez sobre Vietnam, y sobre tener hijos y sobre pincharse heroína, a chica de la capucha me hace prometerle que nunca me pincharé heroína, y luego robamos una botella de agua.
Los viajeros se van cayendo al suelo, estamos sólo ella y yo en pie. Recorremos los pasillos en silencio hasta quedarnos mudos de verdad. Podrían ser todos cadáveres, pero son viajeros, y el tren podría seguir y seguir y así no habría que pensar, sólo desconocidos y hablar hasta exprimirse. La chica de la capucha, whatever makes you happy, es para siempre diós adiós hasta nunca, mis mejores amigos, hasta nunca. Así tiene que ser. San Francisco otra vez, más caras a la espalda, montones de palabras a la espalda.
20100108
If you meet a lion
Louise me dice tus miedos son estúpidos y me dice también: no sabes nada de la muerte, estás rodeado de muertos pero no sabes nada, me dice. Limpia sin parar la encimera, con un trapo, una y otra vez, sin mover mi billete de avión, que está en medio. Deja un cerco cuadrado de polvo debajo de mi billete. La música hace rato que no suena, sólo un vss vss intermitente desde la antena de la radio, y coches tap tap sobre la trampilla metálica, el perro del piso de arriba, Louise que sigue limpiando con su trapo, el ruido del trapo, y más coches lejos, en la freeway. Stop it dude it's akward, no you stop it, but I need to go do whatever you want yes go, los muertos nos miran como niños pequeños.
Por la noche se agranda
20100102
60
Hemos jugado a que se puede empezar otra vez y otra vez y otra vez, hemos dejado de llamar a casa, hemos dejado de mirar más allá del Pacífico y de Asia y más allá de los Urales y por encima del sur, y además hemos quitado las fotos de los icebergs y hemos quemado en la barbacoa del patio muchas cosas, y hemos crucificado nombres de amigos y nombres y contactos que por si acaso había que conservar por si volvíamos: si volvemos, decimos. Ya no decimos cuando volvamos, decimos "si volvemos", para amenazar, para que se caguen de miedo. Decimos "si volvemos", Louise y yo, como si fuera un juego, somos los amos del oeste. Decimos "si volvemos" y empieza a asomar el pico una posibilidad, nos hemos drogado tanto que ni nuestras madres nos reconocerían por dentro, quiero decir, no reconocerían las tripas, ni el estómago, ni las venas que van de la nariz al cerebro, ni las arrugas del fondo del paladar.
Nuestras madres, esas hijas de puta, nuestras madres patrias, cariño, hemos conseguido destruir la familia, la familia, la familia, me está diciendo Louise que por primera vez me da love, fucking sex y me da también parte de su tristeza bíblica. Los muertos son los únicos que saben que no hay que volver, porque no se vuelve, porque no se puede volver, y miran la tele nueva mientras Louise me chupa los dedos, y llegan los amigos que habíamos previsto y después de cachearlos en la puerta les dejamos entrar. Todos nos felicitamos, porque el trabajo fue bueno.
Nuestros amigos mercenarios que no se asustan de nada, nuestros amigos franceses y latinos que no saben hablar español y negros y chinos de Hong Kong que es China, pero no tanto. Mi piel es blanca y es combustible. M prepara samosa en la cocina, Louise prepara rayas largas de cocaína en el baño. Qué pequeño es el apartamento, qué poco hace falta para no volver, la mayor preocupación, dice Louise, se frota la encía, sería el frío, pero nunca ha hecho frío en Southern California.
Estamos guapísimos y somos muy jóvenes, y además felices, muy jóvenes y muy felices muy llenos de América y a punto de explotar y hablamos poco pero constantemente. Las voces se desplazan se hacen nubes. Hoy nada de armas, acordamos, con el paso de las horas sube la euforia, euforia en forma de apartamento pequeño. Con el paso de las horas Louise y los trotecitos al baño los litros de champán francés el acento pseudo-mexicano, con el paso de las horas, más horas. Mucho, mucho después de la media noche alguien grita “nos quedaremos!” Nos quedaremos! congelados! en el aire! para toda la vida!