Yo no le tengo miedo pero es mejor no dormir. A veces la miro y pienso que es la mujer más bella de la tierra. Sobre todo cuando se mueve, cuando mueve los labios y los dientes. Los cuatro vivimos ahora en una habitación pequeña. Todas las radios se escuchan a la vez desde todos los pisos. Sólo decimos hola a los vecinos, hola vecino, adiós, nadie conoce nuestros asuntos. A veces me da la amnesia y me parece que podría no volver nunca. No volver a acordarme nunca. Ella me acaricia poco, porque es fría, pero me roza las virutas de lápiz del jersey y me da calambre. Nos reímos mucho y siempre andamos tramando algo. Los robos, ya unos quinientos dólares, aún hay que esperar porque es peligroso el mercado negro aquí. A veces nos ponemos a mirar mapas, nos ponemos serios, hablamos demasiado, fumamos demasiado en el patio y en la puerta de la cocina. Siempre está a punto de saltar la alarma de incendios, que es horrorosa.
Pasado mañana tomaremos el autobús a San Diego, sólo ella y yo. Los muertos se quedan para descansar. Tienen que ir pensando en como acabar sus historias. Nosotros tenemos que pensar en como hacer que nada se vaya a la mierda antes de tiempo. En SD nos esperan amigos mercenarios, nos reconoceremos. En las fotos parecen cualquier cosa. Parecen desalmados y parecen acogedores.
Nadie sabe que ahora Louise trabaja conmigo. Yo no sé bien, Louise me dijo: "ni pienses que me voy a quedar toda la vida". A veces la miro y me parece que es la mujer más peligrosa del mundo. Que se está catapultando contra una pared, para romperla.