if I was crying in the van, with my friend, it was for freedom from myself and from the land. I made a lot of mistakes.
(I made a lot of mistakes
I made a lot of mistakes
I made a lot of mistakes)
(Chicago, Sufjan Stevens)
20091125
Yo no le tengo miedo.
Yo no le tengo miedo pero es mejor no dormir. A veces la miro y pienso que es la mujer más bella de la tierra. Sobre todo cuando se mueve, cuando mueve los labios y los dientes. Los cuatro vivimos ahora en una habitación pequeña. Todas las radios se escuchan a la vez desde todos los pisos. Sólo decimos hola a los vecinos, hola vecino, adiós, nadie conoce nuestros asuntos. A veces me da la amnesia y me parece que podría no volver nunca. No volver a acordarme nunca. Ella me acaricia poco, porque es fría, pero me roza las virutas de lápiz del jersey y me da calambre. Nos reímos mucho y siempre andamos tramando algo. Los robos, ya unos quinientos dólares, aún hay que esperar porque es peligroso el mercado negro aquí. A veces nos ponemos a mirar mapas, nos ponemos serios, hablamos demasiado, fumamos demasiado en el patio y en la puerta de la cocina. Siempre está a punto de saltar la alarma de incendios, que es horrorosa.
Pasado mañana tomaremos el autobús a San Diego, sólo ella y yo. Los muertos se quedan para descansar. Tienen que ir pensando en como acabar sus historias. Nosotros tenemos que pensar en como hacer que nada se vaya a la mierda antes de tiempo. En SD nos esperan amigos mercenarios, nos reconoceremos. En las fotos parecen cualquier cosa. Parecen desalmados y parecen acogedores.
Nadie sabe que ahora Louise trabaja conmigo. Yo no sé bien, Louise me dijo: "ni pienses que me voy a quedar toda la vida". A veces la miro y me parece que es la mujer más peligrosa del mundo. Que se está catapultando contra una pared, para romperla.
Pasado mañana tomaremos el autobús a San Diego, sólo ella y yo. Los muertos se quedan para descansar. Tienen que ir pensando en como acabar sus historias. Nosotros tenemos que pensar en como hacer que nada se vaya a la mierda antes de tiempo. En SD nos esperan amigos mercenarios, nos reconoceremos. En las fotos parecen cualquier cosa. Parecen desalmados y parecen acogedores.
Nadie sabe que ahora Louise trabaja conmigo. Yo no sé bien, Louise me dijo: "ni pienses que me voy a quedar toda la vida". A veces la miro y me parece que es la mujer más peligrosa del mundo. Que se está catapultando contra una pared, para romperla.
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Lo que América puede
20091116
Los fines de semana
Los fines de semana, mientras Louise sale a trabajar y los Muertos se van a hacer sus papeles, yo me quedo solo cuidando nuestro apartamento de Westwood. Es pequeño. Por la mañana lo arreglo y voy a comprar al supermercado, y compruebo que el jardín sigue en pie, y saludo a un par de vecinos con sus perros sus bicicletas sus bolsas de papel. A medio día espero a Louise en la esquina de Wilshire. Comemos en el restaurante japonés, por usar los cupones de descuento. Se está bien. Luego ella vuelve al trabajo y yo vuelvo a casa.
A veces no funciona la radio. Louise terminará a las 8, queda demasiada tarde. A las 3 salgo otra vez y cojo un autobús y me bajo en el puerto de Santa Monica y me pongo a respirar. Quince minutos, la costa vacía, el sol en noviembre. Camino desde la parada hasta el cruce, dese el cruce a través del puente hasta el muelle de madera. Pueden escribir tu nombre en un grano de sal y tallar tu cara en plastilina y dejarte saltar desde treinta pies de altura hasta una red. Y al final del muelle hay pescadores y turistas, y los pesacadores preparan anzuelos con gambas en la baranda, y los turistas esperan de dos en dos a que pase algo. Todos de cara al océano. El océano pesa tanto que cuesta quedarse de pie. Y el agua transpira como yo respiro y por eso aquí se van, se van y se diluyen las cosas problemáticas.
Las primeras veces miraba hacia el horizonte, toda esta agua y pensaba en allá, en donde está mi casa, hasta que me di cuenta de que estaba mirando en la dirección equivocada, que este océano no vuelve a casa sino que lleva mucho más lejos, a la todavía otra parte del mundo.
A las 4:25 enciendo un cigarro y subo las escaleras del Mar-y-Sol para estar más alto. Ya está todo preparado. El cielo se pone verde a la vez que rojo y el Sol se empieza a hundir con un perfil virtual sin que le cueste y se me manchan las retinas de negro. La gente en el último momento siempre parece a punto de aplaudir pero siempre acaba decidiendo darse la vuelta y dicen it is so beautiful, y yo contesto: yes it is, y se quedan sólo los pesacadores, y empieza a hacer más frío.
A las 7 llego otra vez a casa, a las 8 aparece Louise, cocino cualquier cosa, nos bebemos una o dos botellas de vino viejo. Los muertos se van a la cama, en media hora todo está recogido y silencioso, Louise está lista para salir. A las 10, en el Westwood Brewing Co., aprovecho que ella va al baño para besar a alguna chica guapa en el rincón más oscuro del bar.
A veces no funciona la radio. Louise terminará a las 8, queda demasiada tarde. A las 3 salgo otra vez y cojo un autobús y me bajo en el puerto de Santa Monica y me pongo a respirar. Quince minutos, la costa vacía, el sol en noviembre. Camino desde la parada hasta el cruce, dese el cruce a través del puente hasta el muelle de madera. Pueden escribir tu nombre en un grano de sal y tallar tu cara en plastilina y dejarte saltar desde treinta pies de altura hasta una red. Y al final del muelle hay pescadores y turistas, y los pesacadores preparan anzuelos con gambas en la baranda, y los turistas esperan de dos en dos a que pase algo. Todos de cara al océano. El océano pesa tanto que cuesta quedarse de pie. Y el agua transpira como yo respiro y por eso aquí se van, se van y se diluyen las cosas problemáticas.
Las primeras veces miraba hacia el horizonte, toda esta agua y pensaba en allá, en donde está mi casa, hasta que me di cuenta de que estaba mirando en la dirección equivocada, que este océano no vuelve a casa sino que lleva mucho más lejos, a la todavía otra parte del mundo.
A las 4:25 enciendo un cigarro y subo las escaleras del Mar-y-Sol para estar más alto. Ya está todo preparado. El cielo se pone verde a la vez que rojo y el Sol se empieza a hundir con un perfil virtual sin que le cueste y se me manchan las retinas de negro. La gente en el último momento siempre parece a punto de aplaudir pero siempre acaba decidiendo darse la vuelta y dicen it is so beautiful, y yo contesto: yes it is, y se quedan sólo los pesacadores, y empieza a hacer más frío.
A las 7 llego otra vez a casa, a las 8 aparece Louise, cocino cualquier cosa, nos bebemos una o dos botellas de vino viejo. Los muertos se van a la cama, en media hora todo está recogido y silencioso, Louise está lista para salir. A las 10, en el Westwood Brewing Co., aprovecho que ella va al baño para besar a alguna chica guapa en el rincón más oscuro del bar.
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Lo que América puede
20091109
En Mont Baldy
En Mont Baldy pasamos el octavo día del tercer mes. El cielo se pone verde y mis muertos cantan. Los árboles están corroídos. El silencio es silencio y punto, no tiene nada que ver con el frío. Hasta aquí llegan las cenizas y los aviones. Dice Uno: me da pena lanzar piedras al vacío, porque luego cómo harán para volver a subir.
Por la noche no puedo dormir. Los osos vienen a mirar qué tenemos de comida. Caminan un poco alrededor de las tiendas, o eso parece, pero no tocan nada. Pienso: morir por un mordisco de oso. Por ejemplo. Los osos me recuerdan a las Olas de New Port. Pienso: hace no tanto tiempo le mandaba por correo canciones con mensajes ocultos, y sufría mucho. Pienso: me duele esta cadera y debería girarme, pero verlos dormir es tan sagrado que no me muevo. Pienso: los muertos están siempre a salvo, cabrones.
De todo lo que pienso nada está puesto en futuro. Sólo por los osos me salvo esta vez.
En Mont Baldy todo está enfermo. Ha venido una nube de lluvia ácida desde todos los tubos de escape del mundo, la violencia de las bicicletas y los ancianos haciendo equilibrio, ni un solo pájaro para ni un solo niño. Pero es lo que hay, y es simple, y puede llegar a ser muy hermoso.
En Mont Baldy no puedes despegarte del suelo. Tumbado en el trunk, de vuelta, miro para arriba y pienso en otras cosas.
Por la noche no puedo dormir. Los osos vienen a mirar qué tenemos de comida. Caminan un poco alrededor de las tiendas, o eso parece, pero no tocan nada. Pienso: morir por un mordisco de oso. Por ejemplo. Los osos me recuerdan a las Olas de New Port. Pienso: hace no tanto tiempo le mandaba por correo canciones con mensajes ocultos, y sufría mucho. Pienso: me duele esta cadera y debería girarme, pero verlos dormir es tan sagrado que no me muevo. Pienso: los muertos están siempre a salvo, cabrones.
De todo lo que pienso nada está puesto en futuro. Sólo por los osos me salvo esta vez.
En Mont Baldy todo está enfermo. Ha venido una nube de lluvia ácida desde todos los tubos de escape del mundo, la violencia de las bicicletas y los ancianos haciendo equilibrio, ni un solo pájaro para ni un solo niño. Pero es lo que hay, y es simple, y puede llegar a ser muy hermoso.
En Mont Baldy no puedes despegarte del suelo. Tumbado en el trunk, de vuelta, miro para arriba y pienso en otras cosas.
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Lo que América puede
20091105
Frantic efforts
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- Frantic efforts to avoid real or imagined abandonment.
- Frantic efforts to avoid real or imagined abandonment.
- Frantic efforts to avoid real or imagined abandonment.
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20091102
Las familias
Las familias se van mudando, como la piel de las serpientes, con el cambio de las estaciones, más o menos.
Mi primera familia tiene dos padres, varios hermanos, posesiones como por ejemplo una casa y algunos coches. Mi primera familia caduca. No es doloroso. Como sacarse un hilo de la garganta.
Mi segunda familia son ellos y el primer pequeño piso lejos del centro, las primeras drogas y los primeros sexos y las primeras fotos a través de la ventana y la primera euforia total y la única vez en que el caos fue fructífero. Es una familia sin rumbo. Es perfecta, es breve. Un día se va de casa, la familia, y nadie hace preguntas. La segunda familia no duele, pero se abre la puerta del fondo y lo ves todo, tal y como es.
La tercera familia.
J. y el colapso total. Tercera y el número tres. El número tres es maldito. La tercera familia explota.
Entre familia y familia hay una nada cada vez más centrífuga.
La cuarta familia: los muertos. América. Louise.
Mi primera familia tiene dos padres, varios hermanos, posesiones como por ejemplo una casa y algunos coches. Mi primera familia caduca. No es doloroso. Como sacarse un hilo de la garganta.
Mi segunda familia son ellos y el primer pequeño piso lejos del centro, las primeras drogas y los primeros sexos y las primeras fotos a través de la ventana y la primera euforia total y la única vez en que el caos fue fructífero. Es una familia sin rumbo. Es perfecta, es breve. Un día se va de casa, la familia, y nadie hace preguntas. La segunda familia no duele, pero se abre la puerta del fondo y lo ves todo, tal y como es.
La tercera familia.
J. y el colapso total. Tercera y el número tres. El número tres es maldito. La tercera familia explota.
Entre familia y familia hay una nada cada vez más centrífuga.
La cuarta familia: los muertos. América. Louise.
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