La cosa fue así: la puta se calló, y mientras estaba callada se habló de justicia, se habló de que: algo no encaja, se habló de que: hay que dejar que a los injustos les pase el tiempo por encima. Se habló de amor. Todos han hablado de la puta. Pero la puta sabe que en cuanto hable ella se va a desmontar el mundo, van a doler todos los trozos del mundo, y se calla.
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El acto del camión de la basura es violento, ha pasado a las 3, a las 3 en punto. Os voy a hablar del amor, hijos míos. Hijos de puta. El amor es esto que todo lo jode. Ésto que se llama así y que está acotado, tan limitado, tan pobre, por noventa de sus cien caminos es malo, no malo sino falso, es una enfermedad oscura de la mente. Los efectos adversos de bromazepam son, en general, frecuentes y moderadamente importantes. El sexo es bueno, la amistad es buena, el compañerismo es bueno, el auxilio es bueno, el hueco cambiante de esta misma cama, pero el amor no es nada. Os lo habéis inventado los clarividentes, esos diez de cien que tocásteis unívocamente; por casualidad no se cayó ni un jarrón mientras pasábais, y pensásteis: qué bonito.
Decía que la cosa fue así, decía que la puta callada amó tan profundo que nunca pudo soportarlo, la puta callada, cuando ama tanto, sabe de su enfermedad desde el primer momento. Es tan sencillo como saber del dolor. Pero la enfermedad no puede remediarse, y nadie trata el amor, nadie quiere tratarlo. Es la inconsciencia, la ceguera, la droga colectiva más poderosa. La droga es bella hasta que llega en el correo diario, hijos, ¿por qué lo han visto tan claro en la heroína, la cocaína, el peyote? El amor mal colocado, el amor a destiempo, el amor múltiple, el amor completamente oscuro, el amor como cuerda que ata cosas tan dispares como sexo y género y tiempo. Por qué no os dais cuenta, hijos míos. La puta callada lo ha escuchado todo, lo ha escuchado todo a su alrededor y ahora está tranquila. Hablaban bajo, decían, la puta no volverá, la puta tiene problemas para admitir, qué hemos hecho mal, la hemos querido tanto, le tenemos tanto miedo. Quienes toman benzodiazepinas tienden a reclamar beneficios gubernamentales más que aquellos que no toman el medicamento. Por estas y otras evidencias se ha establecido una asociación entre el uso de BZD y el crimen. Pero la puta callada no va a disparar. Va a quedarse callada. La gente se va haciendo con un recuerdo intenso, vágamente amargo, de la puta. Lo han confirmado. Lo han ratificado por correo, por teléfono, en persona. Le han dicho: no entendemos nada, oh, eres maravillosa. Y estaban cuchicheando (son bellas), como bellas salvadas, largas conversaciones para dos en una caja, entre ellas, liberadas, claras.
El amor, en su resaca, poco a poco se come la mierda que genera. Eso parece a la larga un alivio. Angelica Liddell camina hacia la soledad. Desde que yo tengo un nombre tan ambiguo no creo en el destino, pero lo conozco bien. Estoy segura. La puta es por ahora la única que sabe que está enferma. Os habla del amor, hijos míos, está en calma. El amor es esto inevitable. Estas reacciones paradójicas de furia por el uso de tranquilizantes benzodiazepínicos pueden deberse al deterioro parcial de la conciencia, lo que genera estos comportamientos automáticos, amnesia de fijación y agresividad por la desinhibición con un posible papel jugado por ciertos mecanismo serotonérgicos. Es lo imprescindible del amor lo que acabará destruyendo hasta reducir a polvo, la necesidad, la adicción, el mono, es que no lo veis, es que no es suficiente, besos en el sol, putos besos por lástima para que salga el sol, material para que hagáis una novela, hijos, basada en la basura.
La puta callada no es puta, ni siquiera es puta, jamás prestó los servicios por los que ha cobrado. La callada.