20080820

PAN

Cuando ya era una cosa cierta que esto de la poesíapoetapoemapoetico atufaba a aburrimiento, cuando ya no se podía ni respirar entre letra y letra y los recitales servían para arrimarle el bostezo al más calvo, apareció en nuestras vidas el PAN, encuentro y festival de poesía y de las artes en el medio rural.

El Pan es una de esas cosas indescriptibles que intentas describir a cuanto conocido te encuentras cuando vuelves. Uno de esos agujeros en bucle de tiempo que hacen que dos días parezcan dos años, y además un pueblo, una familia, una verbena con cojos, viejos, niños, actores, cocineras, cementerios, arte y vino. Y uno dice oye, que alivio que no haya poesía. Y uno a todo esto se da cuenta de que es que, efectivamente, sorprendentemente, resulta que poesía es precisamente lo que hay. Poesía sin destilar. De la que tuvo que dejar de llamarse así por el bochorno.

Y en el Pan, dos grandes descubrimientos: Chus Arellano y Nacho Miranda. El primero, grande por ser uno de los pocos (poquísimos, repoquísimos) artistas que sabe de qué habla cuando dice "poesía visual"; el segundo, enorme por sus obras, en las que invierte años (¡años!), materia, lápiz, tiza y cosas invisibles. Y ambos grandes más todavía porque bailan. Es imprescindible que los artistas bailen.
Y un gran segundo número de Humanimalidad.
Y un gran cortador profesional de jamón serrano.
Y un gran todo-cosmos concentrado en la caja de plástico de Fuegos Fatuos de Fernando Fonticoba.


Gracias gracias, Fabio de la Flor, Manuel Ambrosio Sánchez Sánchez