Que los muertos vuelvan a levantarse es normal, los muertos sin fe. Nosotros los enterramos y después ellos salen, no inmediatamente, luego. Nos damos la vuelta, un poco apenados: buen trabajo, y un poco ansiosos y un poco satisfechos: mira qué silencio hace esta tarde, Louise. Pero los muertos al rato, cuando ya no nos huelen, van saliendo, van trepando, escarban, animalitos
mira!
que!
silencio!
hace!
Nosotros
pensamos que ya no están, y ellos vuelven a desenterrarse y están y estarán para siempre, y nos envidian a los inmortales nos miran con mucha melancolía desde la distancia, y nos tienen miedo.
20100222
20100221
TJ
Están vomitando
en la puerta de su casa
y él se quita la bota para decirles
para
decirles
muchachos:
para decirles muchachos:
no
este no es, decirles:
muchachos, este no es
decirles:
muchachos este
este no es el camino
the road no es el camino
jesucristo es el camino
y los mapas y los perros
y los mapas y los gallos
y los mapas pintados con regla
y los mapas y el lodo y los mapas
y la santa inocencia de los muchachos
en la puerta de su casa
y él se quita la bota para decirles
para
decirles
muchachos:
para decirles muchachos:
no
este no es, decirles:
muchachos, este no es
decirles:
muchachos este
este no es el camino
the road no es el camino
jesucristo es el camino
y los mapas y los perros
y los mapas y los gallos
y los mapas pintados con regla
y los mapas y el lodo y los mapas
y la santa inocencia de los muchachos
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Lo que América puede
20100214
tan los muertos
-tan los muertos? -c-? no est- ? d--q no ESTÁN --los muer--el jueves recibimos malas noticias. Han ido al cementerio a comprobar y no están, han metido sus testadores en la tierra y no había nada debajo. Los mariachis cantan preparándose para San Valentín, son las 6 de la tarde, despierto a Louise, vamos, ¿donde? A McArthur.
Los dos hombres están en una esquina de la plaza, son educados, relucen sus pieles negras en lo oscuro, en medio de los drogadictos y los pandilleros que nos dicen: Jesús te ama. Le compramos unos dulces a la señora gorda de enfrente del 99cents, llega la policía y le dice a la señora: go. Metimos nuestros testadores y no había nada, nos dicen, y les juramos que los enterramos allí, los enterramos hace un mes, a mi vuelta del viaje, se lo juramos, ¿y qué podemos hacer? Hay un loco contorsionado debajo de una farola que no llega a caerse. Hay que encontrarlos. Esto no se termina, me dice Louise ya en el autobús, no se termina.
A las cuatro de la mañana tenemos que encontrarnos con Jason y su mujer. Hasta entonces decidimos ir a ver a los chicos de Echo Park para despejarnos. Cenamos unos bocadillos en el laundrymatic, mirando como giran las lavadoras, y los bocadillos nos saben a jabón. Pasamos por la galería, los de las antigüedades han vendido todos los trajes, Louise gets disappointed porque ella quería uno. Luego en los indios nos invitan a mariguana y nos enteramos de que están los Junkies tocando a dos manzanas. Louise me dice: me quedan dos pastillas. Nos drogamos y vamos para allá. Los junkies son una familia, una familia entera en el escenario, y los sonidos nos penetran por los poros de la cara, y todo el amor se nos sube a la cabeza y salimos al patio a hablar. Hablamos like mad, como nunca en nuestra vida. Louise y yo. Se nos van sumando y separando parejas de gente, vodka en botellas de plástico, la gente mueve la cabeza, alante-abajo y atrás-arriba, escucha lo que dicen, tío, man, los junkies. Nos vamos para poder coger el autobús antes de las dos, Louise ha tenido una idea, vámonos a la Freak.
Hacia Hollywood a las dos en un autobús con cuatro hombres dormidos en exactamente la misma posición.
Nosotros seguimos hablando y hablando hasta toparnos con la iglesia. En la freak no hay apenas nadie pero por casualidad están Jason y su mujer, solos bailando en la pista, debajo de un foco azul, la mujer de Jason es gorda y bonita, se mueve despacio, con cariño, nos unimos, bailamos los cuatro, con el foco azul, un flaco pincha en alguna habitación de arriba. Louise conoce a un hombre hermoso y habla con él como estaba hablando conmigo, soltando todas las palabras al mismo tiempo. A las cuatro Jason dice vamos? Su coche tiene el maletero más grande que hemos visto en nuestra vida. En los asientos de atrás Louise y yo cabemos como niños secuestrados. Seguimos viajando un poco arriba y me da miedo de pronto no estar a la altura. Llegamos al garaje, subimos a su apartamento. Jason tiene un compañero insomne que nos mira desde el balcón y luego desde la mesa de la tele y desde la cocina. Desde distintos ángulos. Nos pregunta qué hacemos allí. Aquí está, dice Jason. Louise ha salido a fumar al balcón. Me doy cuenta de mi continua transición entre la edad adulta y la adolescencia, y viceversa y viceversa y viceversa: es la primera vez que sostengo una pistola.
Es un revólver, no está cargado, me dice, pesa - pero es mejor que pese, ¿ves? así cuando disparas no tira para atrás. Si alguien entra en tu casa, dicen, hay que darle un aviso después del aviso tiras a matar. Hay que disparar a la cabeza y matarlo y luego llamar a la policía. ¿Alguna vez has matado a alguien Jason? Geez no! Mientras me explican disparo ficticiamente a la cara gorda de un anuncio de donuts, a través de la ventana. Luego lentamente giro la muñeca y apunto a la cabeza del chico insomne. Me miran. Se quedan en silencio, nos quedamos en silencio. Jason pone una mano en el cañon: nunca, oyes, sólo se apunta para tirar a matar. Estamos solos en el salón de una casa de Culver City. Louise vuelve del balcón y pregunta si podemos quedarnos a dormir en el sofá.
Por la mañana seguimos sintiéndonos bien. Desayunamos pancakes con huevos y café de vainilla y lueno nos dejan en Venice bvd. Verano de febrero. La playa es una ventana al paraiso, una cometa en forma de gaviota, familias de amantes, niños que hacen volteretas sucesivamente a lo largo de toda la costa, las botas vaqueras en la arena, la montaña azul y el cielo azul. Nos acercamos a ver qué tal los de los tambores, y bailamos un poco. No sabemos bien qué tenemos que hacer. Perdimos a los muertos, tenemos un revólver. No queremos pensar. Se pone el sol y le pregunto a Louise si quiere que nos pasemos por China Town a buscar a El Chico. El Chico no está, pero en la discoteca del chino-chicano las luces parecen las de una nave espacial o una galaxia. Hace rato que hemos dejado de hablar. Nos sentimos perdidos, repletos, cansados y en paz, y cogemos el último tren treinta segundos antes de que salga. Corremos por el andén como posesos y un hombre enrojecido nos dice cuando nos sentamos -partiéndonos de risa- you were lucky. La suerte de los perros: callejones. Por la mañana seguimos sintiéndonos bien.
Los dos hombres están en una esquina de la plaza, son educados, relucen sus pieles negras en lo oscuro, en medio de los drogadictos y los pandilleros que nos dicen: Jesús te ama. Le compramos unos dulces a la señora gorda de enfrente del 99cents, llega la policía y le dice a la señora: go. Metimos nuestros testadores y no había nada, nos dicen, y les juramos que los enterramos allí, los enterramos hace un mes, a mi vuelta del viaje, se lo juramos, ¿y qué podemos hacer? Hay un loco contorsionado debajo de una farola que no llega a caerse. Hay que encontrarlos. Esto no se termina, me dice Louise ya en el autobús, no se termina.
A las cuatro de la mañana tenemos que encontrarnos con Jason y su mujer. Hasta entonces decidimos ir a ver a los chicos de Echo Park para despejarnos. Cenamos unos bocadillos en el laundrymatic, mirando como giran las lavadoras, y los bocadillos nos saben a jabón. Pasamos por la galería, los de las antigüedades han vendido todos los trajes, Louise gets disappointed porque ella quería uno. Luego en los indios nos invitan a mariguana y nos enteramos de que están los Junkies tocando a dos manzanas. Louise me dice: me quedan dos pastillas. Nos drogamos y vamos para allá. Los junkies son una familia, una familia entera en el escenario, y los sonidos nos penetran por los poros de la cara, y todo el amor se nos sube a la cabeza y salimos al patio a hablar. Hablamos like mad, como nunca en nuestra vida. Louise y yo. Se nos van sumando y separando parejas de gente, vodka en botellas de plástico, la gente mueve la cabeza, alante-abajo y atrás-arriba, escucha lo que dicen, tío, man, los junkies. Nos vamos para poder coger el autobús antes de las dos, Louise ha tenido una idea, vámonos a la Freak.
Hacia Hollywood a las dos en un autobús con cuatro hombres dormidos en exactamente la misma posición.
Nosotros seguimos hablando y hablando hasta toparnos con la iglesia. En la freak no hay apenas nadie pero por casualidad están Jason y su mujer, solos bailando en la pista, debajo de un foco azul, la mujer de Jason es gorda y bonita, se mueve despacio, con cariño, nos unimos, bailamos los cuatro, con el foco azul, un flaco pincha en alguna habitación de arriba. Louise conoce a un hombre hermoso y habla con él como estaba hablando conmigo, soltando todas las palabras al mismo tiempo. A las cuatro Jason dice vamos? Su coche tiene el maletero más grande que hemos visto en nuestra vida. En los asientos de atrás Louise y yo cabemos como niños secuestrados. Seguimos viajando un poco arriba y me da miedo de pronto no estar a la altura. Llegamos al garaje, subimos a su apartamento. Jason tiene un compañero insomne que nos mira desde el balcón y luego desde la mesa de la tele y desde la cocina. Desde distintos ángulos. Nos pregunta qué hacemos allí. Aquí está, dice Jason. Louise ha salido a fumar al balcón. Me doy cuenta de mi continua transición entre la edad adulta y la adolescencia, y viceversa y viceversa y viceversa: es la primera vez que sostengo una pistola.
Es un revólver, no está cargado, me dice, pesa - pero es mejor que pese, ¿ves? así cuando disparas no tira para atrás. Si alguien entra en tu casa, dicen, hay que darle un aviso después del aviso tiras a matar. Hay que disparar a la cabeza y matarlo y luego llamar a la policía. ¿Alguna vez has matado a alguien Jason? Geez no! Mientras me explican disparo ficticiamente a la cara gorda de un anuncio de donuts, a través de la ventana. Luego lentamente giro la muñeca y apunto a la cabeza del chico insomne. Me miran. Se quedan en silencio, nos quedamos en silencio. Jason pone una mano en el cañon: nunca, oyes, sólo se apunta para tirar a matar. Estamos solos en el salón de una casa de Culver City. Louise vuelve del balcón y pregunta si podemos quedarnos a dormir en el sofá.
Por la mañana seguimos sintiéndonos bien. Desayunamos pancakes con huevos y café de vainilla y lueno nos dejan en Venice bvd. Verano de febrero. La playa es una ventana al paraiso, una cometa en forma de gaviota, familias de amantes, niños que hacen volteretas sucesivamente a lo largo de toda la costa, las botas vaqueras en la arena, la montaña azul y el cielo azul. Nos acercamos a ver qué tal los de los tambores, y bailamos un poco. No sabemos bien qué tenemos que hacer. Perdimos a los muertos, tenemos un revólver. No queremos pensar. Se pone el sol y le pregunto a Louise si quiere que nos pasemos por China Town a buscar a El Chico. El Chico no está, pero en la discoteca del chino-chicano las luces parecen las de una nave espacial o una galaxia. Hace rato que hemos dejado de hablar. Nos sentimos perdidos, repletos, cansados y en paz, y cogemos el último tren treinta segundos antes de que salga. Corremos por el andén como posesos y un hombre enrojecido nos dice cuando nos sentamos -partiéndonos de risa- you were lucky. La suerte de los perros: callejones. Por la mañana seguimos sintiéndonos bien.
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20100210
A girl outside
A girl outside the Cafe Royale, slight, small, beautiful, hoodie and tight pants. She came from Chicago without money, all the way through San Fran crashing in couches and sharing rides, she is an artist. Artist, well, you know, means nothing. She makes videos. And the guy smoking across from her, gangsta rap, he is German-undocumented-works in a taco store. Negroes kill latinos all the time, they know all latinos carry cash, latinos get payed under the table, they carry their cash everywhere, a lot of cash. And he rolls his cigarettes and is bold and wears a cap as El Chico wears his cap, and he reminds me of home. The guys in the train. Andy. The one who left his three years old child and played the guitar and met the small, blond girl, and the small, blond girl has a bottle of whiskey in her purse. The owner of the folk store, how do you play these spoons? you play them like this, the fiancee of the woman who plays uke. The man who knows me because he has studied the zodiac signs. The girl who dances and talk, the other four girls that just dance. The beautiful one that kissed me and who I kissed, we kissed exactly at the same time, we kissed without a word. We knew we had to kiss, we had to kiss a lot in all the rooms, before the city burst, and all the rooms were full of vinyls, and little pukes, and graffiti, and love.
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